Complementario - Capítulo 2: La muerte en un mundo de pecado

La muerte en un mundo de pecado

 La Biblia dice que Dios creó este mundo completamente perfecto mediante el poder de su Palabra: «Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Sal. 33: 9). Y al final de la semana de la Creación, «vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera» (Gén. 1: 31). Pero Satanás, que había sido expulsado del cielo, usó sus artimañas para inducir a Eva y a Adán a pecar y, en consecuencia, iniciar la destrucción gradual de toda la creación de Dios en este mundo (Génesis 3). Una de las consecuencias más nefastas de la caída de los seres humanos fue la nueva realidad de la muerte, completamente inexistente hasta entonces. Como dijo el apóstol Pablo: «Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo. El pecado de Adán introdujo la muerte, de modo que la muerte se extendió a todos, porque todos pecaron» (Rom. 5: 12, NTV). En este capítulo trataremos inicialmente cuatro interpretaciones distorsionadas de Génesis 3 y luego las enseñanzas bíblicas relacionadas con la tentación, la caída, el pecado, la muerte y el plan de salvación. Este capítulo nos proporcionará la base para entender la presencia del sufrimiento y la muerte en el mundo. También nos presenta la primera vislumbre de la asombrosa solución que Dios proveyó para los principales problemas existenciales que afectan a todos los seres humanos. 

Interpretaciones distorsionadas 

La historicidad del relato de la caída en Génesis 3 ha sido distorsionada por medio de interpretaciones engañosas del pasaje. Una de esas interpretaciones ha sido la sugerencia simbólica y alegórica de que la caída se produjo a través de las relaciones sexuales. Para Filón de Alejandría (20 a. C. al 50 d. C.), los elementos del relato de la caída eran «tipos que proyectaban una verdad alegórica, según alguna explicación mística». Propuso que la serpiente era «el símbolo del placer» y que Adán y Eva participaron del «placer» que lleva a la generación de los hijos. 1 Intérpretes posteriores identificaron más explícitamente el comer del fruto prohibido con las relaciones sexuales. Pero si la caída fue producto de tener relaciones sexuales, ¿cómo podrían entonces Adán y Eva cumplir la orden que Dios les había dado de ser fructíferos, de multiplicarse y de llenar la tierra (Gén. 1: 28)? Otra terrible distorsión de la narrativa de la caída surgió dentro de los círculos esotéricos de la cábala judía. Uno de esos mitos sugiere que cuando la serpiente vio la unión de Adán y Eva, comenzó a codiciar a la hermosa Eva e incluso planeó matar a Adán para casarse con ella. Así que un día, cuando Eva estaba sola, la serpiente la sedujo y la dejó embarazada de Caín. Entonces el Señor se enojó y maldijo a la serpiente. 2 Este mito claramente asigna roles distintos a los personajes principales de la narración bíblica: Dios, Adán, Eva, la serpiente y Caín, para elaborar una historia fantasiosa que ignora el hecho de que Caín era hijo de Adán y Eva (Gén. 4: 1). Una tercera distorsión del relato de la caída tiene su origen en la hipótesis histórico-crítica de que muchas de las historias de la Biblia son mitos copiados de una serie de fuentes extrabíblicas antiguas. Desde esta perspectiva, por ejemplo, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal podrían representar a las deidades egipcias Shu y Tefnut; el fruto prohibido pudo haberse inspirado en los mitos sumerios sobre la vida en el paraíso; la serpiente podría reflejar al dios egipcio Set, que tomó la forma de serpiente de Apofis, el enemigo de Ra; la alusión a Adán y Eva ganando sabiduría y perdiendo la inmortalidad pudo haber sido tomada del mito mesopotámico de Adapa; y el castigo de la primera pareja y la serpiente podría haber sido copiado del ciclo egipcio de Osiris. 3 Esta clase de evaluaciones críticas de la Biblia socavan su inspiración divina y niegan su carácter normativo (2 Tim. 3: 16, 17). Un cuarto desafío lo encontramos en la teoría de la evolución teísta que considera cada uno de los días de la creación (Génesis 1; 2) como una larga era geológica. Según esta teoría, los diversos estratos que vemos en la columna geológica en todo el globo terrestre no se formaron debido a un diluvio universal (Gén. 6-9), sino a procesos sedimentarios lentos que requirieron miles o incluso millones de años. 4 La presencia de diversas formas de vida aparentemente fosilizadas antes de la aparición de los seres humanos, llevan a la conclusión natural de que la muerte existió antes de la aparición de los primeros seres humanos. Esto contradice la afirmación bíblica de que la muerte entró en el mundo por la caída de los primeros seres humanos creados por Dios 5 (Rom. 5: 12). Las fuentes extrabíblicas nos pueden ayudar a comprender mejor las Escrituras, pero se convierten en un problema cua do se consideran más confiables y autorizadas que la Biblia misma. La historia bíblica de la caída instigada por la serpiente (Gén. 3) era considerada un episodio literal por los últimos escritores del Antiguo Testamento (Job 31: 33; Ose. 6: 7) y por los autores del Nuevo Testamento (Rom. 5:12, 14, 18, 19; 1 Cor. 15: 22, 45; 2 Cor. 11: 3; 1 Tim. 2: 13, 14; Apoc. 12: 9). Si esos escritores consideraban que la historia era un relato histórico veraz, ¿por qué nosotros debemos interpretarla de manera diferente? 

La tentación y la caída 

La lucha de los seres humanos con la muerte comenzó en el jardín del Edén cuando Eva se enfrentó a la decisión de confiar en la palabra de Dios o aceptar la palabra de Satanás a través de la serpiente (Apoc. 12: 9). Dios le había advertido a la primera pareja: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás» (Gén. 2: 16, 17, NVI). Pero la serpiente cuestionó esa advertencia generalizando la prohibición de Dios y luego acusándolo de suprimir información importante. Finalmente, le ofreció a Eva conocimientos que le abrirían la mente (Gén. 3: 1-5). Después de haber sido expuesta al árbol de la ciencia del bien y del mal, Eva tuvo que confiar en la afirmación de Dios: «Ciertamente morirás» (Gén. 2: 17, NVI), o en la negación de la serpiente: «No es cierto, no van a morir» (Gén. 3: 4, NVI). Eva se asombró al ver hablar a una serpiente, y su curiosidad la hizo vulnerable a sus seductores sofismas. Para ella, la palabra de la serpiente sonaba lógica y más convincente que la palabra de Dios. Después de todo, el fruto de ese árbol no estaba envenenado y la muerte no existía. ¿Por qué debía privarse entonces de ese atractivo fruto? Al escoger entre la palabra de Dios y la palabra de la serpiente, se dejó guiar por sus propios sentidos y la evidencia más lógica disponible. El registro bíblico dice: «La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió. En ese momento, se les abrieron los ojos» (vers. 6, 7, NTV). Este acto aparentemente insignificante, tuvo consecuencias trágicas y duraderas. Eva ignoró las advertencias de Dios, la prueba de lealtad y obediencia, y fracasó. Al ignorar la palabra de Dios, la primera pareja sembró la semilla de la duda y la incredulidad, que continúa dando frutos hasta el día de hoy. El relato de la caída retrata el terrible camino desde la curiosidad hasta la desobediencia, con todas sus trágicas consecuencias. Como bien dijo Robert Jamieson: «La historia de cada tentación y de cada pecado es la misma: el objeto exterior que atrae, la conmoción mental interna, el aumento y triunfo del deseo apasionado; terminando en la degradación, la esclavitud y la ruina del alma» 6 . Jamás olvidemos que no todo lo que es lógico es verdadero y no todo lo que es verdadero es humanamente lógico. La Palabra de Dios puede parecer ilógica y sin sentido a veces, pero siempre es verdadera y confiable. De hecho, no hay terreno seguro aparte de la palabra de Dios. 

Bajo la sombra de la muerte 

La advertencia que Dios les hizo a Adán y Eva era inequívoca: «Porque el día que de él comas, ciertamente morirás» (Gén. 2: 17). Según esta advertencia, debieron haber muerto en el preciso momento en que pecaron, pero la misericordia de Dios intervino y la sentencia de muerte se retrasó. No sabemos exactamente cuánto tiempo vivieron antes de la caída, pero sabemos que Adán vivió 930 años (Gén. 5: 5). Aun así, al desobedecer a Dios, perdieron instantáneamente el don de la inmortalidad condicional y, «en adelante, toda la existencia humana cayó bajo la sombra de la descomposición de la muerte» 7 . De esta forma, la muerte y el frío y angustioso proceso de morir se convirtieron en parte de la existencia humana. Génesis 3 revela otras terribles consecuencias de la caída. Una de ellas es la caída espiritual que llevó a Adán y Eva a esconderse de Dios (vers. 8). Mientras que algunos abogan a favor de una caída espiritual parcial, el apóstol Pablo declara que todos los seres humanos están por naturaleza «muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados» (Efe. 2: 1, NTV; véase también el vers. 5). En este caso, ¿cómo pueden los pecadores responder al llamado de la salvación? Los seres humanos están por naturaleza completamente perdidos y son naturalmente incapaces de responder a ese llamado, pero en su misericordia, Dios puso en la naturaleza humana una «enemistad» hacia el pecado que permite esa respuesta (Gén. 3: 15). En el jardín del Edén, Dios le dio a la primera pareja el derecho y el poder de gobernar «sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Gén. 1: 26). Pero la desobediencia de nuestros antepasados provocó la propagación inmediata del pecado, dañando no solo su propia existencia (Gén. 3: 16-19), sino también todo el ecosistema bajo su dominio. La sentencia divina fue clara: «Maldita será la tierra por tu causa» (vers. 17). La propagación mundial de persona a persona de la COVID-19 ofrece una pequeña ilustración de cómo el virus altamente contagioso del pecado, con todos sus efectos letales, se apoderó del mundo entero. 

Juicio y redención 

El pecado genera sentimientos de culpa y de vergüenza en la conciencia de aquellos que todavía no están endurecidos por una vida pecaminosa. En el caso de Adán y Eva, no solo se sintieron desnudos, razón por la cual se cubrieron con hojas de higuera, sino que incluso trataron de esconderse de la presencia de Dios (vers. 7, 8). En medio de esta terrible situación, Dios vino y llevó a cabo un juicio investigador. Comenzó preguntándoles dónde estaban y luego indagó sobre lo que habían hecho: «¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mandé que no comieras?» (vers. 11). Dios sabía exactamente dónde estaban y lo que habían hecho, pero quería que reconocieran el estado en el que se encontraban. El juicio culminó con sentencias directas sobre la serpiente (vers. 14, 15), sobre la mujer (vers. 16) y sobre Adán y el medio ambiente (vers. 17-19). Sin embargo, incluso en el breve relato de la caída de nuestros primeros padres, podemos encontrar hermosos vestigios de la misericordia de Dios hacia la humanidad indigna. Primero, Dios no los dejó solos, sino que los buscó en medio de su desesperada situación (vers. 8-11). Segundo, antes de pronunciar las sentencias respectivas sobre Adán y Eva, Dios ya les había prometido la redención a través de la Simiente de la mujer (vers. 15). Tercero, la sentencia de muerte: «Pues polvo eres y al polvo volverás», fue precedida por la misericordiosa seguridad de la extensión de sus vidas, implícita en la frase: «Todos los días de tu vida» (vers. 17, 19). Y finalmente, Dios ilustró su plan de salvación al instituir el sistema de sacrificios rituales (vers. 21) que presagiaba al «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29) 8 . Dios no eliminó todas las consecuencias naturales del pecado, ya que «cada uno cosecha lo que siembra» (Gál. 6: 7, NVI). Pero su plan de redención estaba tan bien establecido, que Cristo podía ser considerado el «Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo» (Apoc. 13: 8, NVI). Este plan está explícitamente revelado en las Escrituras (Juan 5: 39) y se manifiesta implícitamente en el proceso de marchitamiento y germinación del mundo natural que nos rodea. Según Elena G. de White, «Aunque está manchada por el pecado [la naturaleza], no solo habla de la creación, sino también de la redención. Aunque, por su innegable decadencia, la naturaleza da testimonio de la maldición que pesa sobre ella, es todavía hermosa y nos ofrece incontables muestras del poder vivificador. Los árboles se despojan de sus hojas únicamente para vestirse de nuevo verdor; las flores mueren, para brotar con nueva belleza; y en cada manifestación del poder creador recibimos la seguridad de que podemos ser creados de nuevo en “justicia y santidad de la verdad” (Efe. 4: 24). De ese modo, los mismos objetos y las funciones de la naturaleza, que tan vívidamente nos recuerdan nuestra gran pérdida, llegan a ser para nosotros mensajeros de esperanza» 9 . Pero el dilema del jardín del Edén no fue un simple incidente aislado: se ha repetido a lo largo de la historia humana. De hecho, la humanidad se ha polarizado entre aquellos que todavía confían en la afirmación impopular de Dios: «Ciertamente morirás» (Gén. 2: 17, NVI) y aquellos que proclaman resueltamente la seductora negación de la serpiente: «No es cierto, no van a morir» (Gén. 3: 4, NVI). Los siguientes capítulos de este libro revelan lo que la Biblia nos dice sobre este persistente dilema y la solución final que Dios tiene para él.

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1. Filón, On the Creation 56 (157), 57 (161), en The Works of Philo: Complete and Unabridged, nueva edición actualizada (Peabody, MA: Hendrickson, 1993), pp. 22, 23. 
2. Howard Schwartz, Tree of Souls: The Mythology of Judaism (Nueva York: Oxford University Press, 2004), pp. 447, 448. 
3. Gary Greenberg, 101 Myths of the Bible: How Ancient Scribes Invented Biblical History (Naperville, IL: Sourcebooks, 2000), pp. 48–53, 56, 57, 64–67. 
4. Un análisis crítico útil de la teoría evolutiva se puede encontrar en Leonard Brand y Arthur Chadwick, Faith, Reason, and Earth History: A Paradigm of Earth and 5. Biological Origins by Intelligent Design, 3a ed. (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2016). 
5. Marco T. Terreros, «Death Before the Sin of Adam: A Fundamental Concept in Theistic Evolution and Its Implications for Evangelical Theology» (tesis doctoral, Andrews University, 1994). 
6. Robert Jamieson, notas sobre Génesis 3: 6, en Robert Jamieson, A. R. Fausset, y David Brown, Commentary Critical and Explanatory on the Whole Bible (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1961), p. 19. 7. Jan Christian Gertz, Das erste Buch Mose (Genesis): Die Urgeschichte Gen 1–11, Das Alte Testament Deutsch 1 (Göttingen, Alemania: Vandenhoeck & Ruprecht, 2018), p. 120. 
8. Jacques B. Doukhan, Genesis, Seventh-day Adventist International Bible Commentary 1 (Nampa, ID: Pacific Press®; Silver Spring, MD: Review and Herald®, 2016), pp. 110–112. 
9. Elena G. de White, La educación (Doral, FL: IADPA, 2013), cap. 3, p. 26.

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