Introducción: El Libro de Marcos
El evangelio de Marcos
Desde el comienzo de Marcos, el lector sabe quién es Jesús: el Mesías, el Hijo de Dios ( Marcos 1:1 ). Sin embargo, las personas en la historia tienen dificultades para comprender quién es Él y qué hace, excepto aquellos que tienen demonios. ¡Ellos saben exactamente quién es Él! Los demonios lo reconocen y se marchitan ante sus poderosas palabras.
Pero Jesús les ordena constantemente que mantengan esta información en secreto. ¿Por qué este mandato de secreto? Los estudiosos de la Biblia llevan siglos dándole vueltas a esta cuestión. Incluso tiene un nombre en la erudición: el Secreto Mesiánico. ¿Por qué querría Jesús mantener en silencio quién es Él?
Lo que quedará claro en este viaje a través del Evangelio de Marcos es que no sólo hay secretismo en este libro, sino que también hay una revelación asombrosa. Se puede llamar con razón el motivo de la revelación/secreto, y está presente en todo el Evangelio de Marcos. Sin embargo, al final del libro, todo el secretismo es reemplazado sorprendentemente por una poderosa revelación de Jesús.
Marcos se puede dividir en dos partes bien diferenciadas, en realidad dos mitades. Desde el capítulo uno hasta casi el final del capítulo ocho se trata de la pregunta crucial: ¿Quién es Jesús? La respuesta se manifiesta en sus enseñanzas y sus milagros. Una y otra vez, Él derrota al mal, trae esperanza a los oprimidos y enseña verdades convincentes que llegan al corazón de la existencia humana. Todo esto le grita al lector que Él es el Mesías, el Cristo, a quien el pueblo hebreo ha estado esperando durante mucho tiempo.
Sin embargo, no es hasta la mitad del libro que alguien que no está poseído por un demonio declara con razón quién es Él, respondiendo así a la pregunta de la primera mitad del libro sobre la identidad de Cristo. Y esa persona es Pedro, quien declara: “Tú eres el Cristo” ( Marcos 8:29 ).
La segunda mitad de Marcos, desde Marcos 8:31 hasta el final del libro, responde a la otra pregunta: ¿Adónde va Jesús? La respuesta es impactante: va a la cruz, la forma de muerte más ignominiosa y vergonzosa en el mundo romano. Y es un destino inesperado para el Mesías, que sus seguidores creen que derrotará a Roma y establecerá a Israel como una nación poderosa.
Los discípulos de Jesús, torpes, no pueden comprender lo que Él está diciendo. A medida que avanza el libro, preguntan cada vez menos sobre este doloroso tema, hasta que finalmente quedan reducidos al silencio ante la desagradable verdad.
Las cosas se ven cada vez más sombrías cuando Jesús se enfrenta a los líderes religiosos que planean su muerte. Los discípulos, que tenían la esperanza de un reino glorioso, quedan conmocionados por un arresto, un juicio y una crucifixión que desafían sus expectativas.
Pero a través de todo esto, Jesús mantiene un mensaje claro y consistente de hacia dónde va y lo que significa que morirá y resucitará. El pan y la copa de la Última Cena representarán su cuerpo y su sangre ( Marcos 14:22-25 ), y Él se convertirá en rescate por muchos ( Marcos 10:45 ).
Esto no significa que fue a la cruz con estoica calma. En Getsemaní, luchó con la decisión ( Marcos 14:32-42 ), y en la cruz clamó desesperado: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» ( Marcos 15:34 ). El Evangelio de Marcos nos muestra la oscuridad que experimentó Cristo, el costo de nuestra salvación. Pero la cruz no es el final del viaje. Después de su resurrección, planeó un encuentro con sus discípulos en Galilea y, como sabemos, comenzó la iglesia cristiana.
Se trata de una historia extraordinaria, narrada en un estilo conciso y ágil, con pocos comentarios del propio evangelista. El autor simplemente cuenta la historia y luego deja que las palabras, los hechos y las acciones hablen por sí mismas en relación con la vida y la muerte de Jesús de Nazaret.
Thomas R. Shepherd, PhD, DrPH, es profesor de investigación principal de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día de la Universidad Andrews. Él y su esposa, Sherry, tienen dos hijos adultos y seis nietos.
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