Comentario lección 1: ME SERÉIS TESTIGOS Escuela Sabática.



Leccion 1. Me seréis testigos 

(Jonathan Gallagher)

Textos bíblicos: 

Hechos 1:6–8, Lucas 24:25, Lucas 24:44–48, Deuteronomio 19:15, Hechos 1:9–26, Proverbios 16:33.

Citas

• Cuando la frustración de mi impotencia más grande parecía, descubrí que la gracia de Dios era más que suficiente. Y después de mi encarcelamiento, pude mirar atrás y ver cómo Dios usó mi impotencia para cumplir su propósito. Lo que Él ha elegido como mi testigo más importante no es mi triunfo o mi victoria, sino mi derrota. Charles Caleb Colton
• El profeta bíblico no predice el futuro, sino que es un testigo de la presencia de Dios en la historia. Nicolas Gómez Dávila
• Ser luz y sal exige dos cosas: practicar la pureza en medio de un mundo caído y al mismo tiempo vivir a la mano de este mundo caído. Si no mantenemos ambas verdades en tensión, invariablemente nos volvemos inútiles y separados del mundo que Dios ama. David Kinnaman
• Ser testigo conlleva responsabilidades, como bien lo sabe cualquiera que ha visto un accidente de tráfico y ha tenido que ir a la corte a testificar. Erna Paris
• Dios es testigo de todo lo que se hace en secreto. Lailah Gifty
• El corazón es un testigo silencioso. Marty Rubin

Para debatir

¿Cómo definiríamos el propósito del libro de Hechos? ¿Cuál es el papel principal de un testigo? ¿Por qué Jesús tuvo que decirles a los discípulos de manera directa cuál iba a ser su trabajo? ¿Cuál era el punto principal del mensaje de los discípulos para el mundo? ¿Qué lecciones debemos aprender de este capítulo? ¿Cuál es el libro de nuestros Hechos?

Resumen bíblico de la lección

Hechos 1:6-8 sintetiza el tema principal de todo el libro. Es como si Lucas hubiera hecho un resumen en una oración, y luego dedicase todo el resto del libro para explicar el concepto en términos prácticos. Jesús explicó que su fin no era instaurar un reino terrenal como el que querían los discípulos, sino que los estaba llamando a ser sus testigos. Luego Hechos 1:9–26 relata la ascensión de Jesús, la promesa de su regreso y la elección de un reemplazo para Judas. Lucas 24:25, y Lucas 24:44–48 registra además las apariciones de Jesús después de su resurrección, y en ambas ocasiones Jesús hace referencia a la Escritura que hablaba de él. Deuteronomio 19:15 nos habla de la necesidad de tener dos o tres testigos para establecer la verdad. Proverbios 16:33 es un versículo interesante que dice: “Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del Señor.”

Comentario

El libro de Hechos comienza hablando del Señor resucitado. Jesús está todavía con sus discípulos, hablándoles sobre el reino de Dios. Pero esto está por cambiar. Jesús está a punto de ascender al cielo, y la tarea de compartir la buena noticia recae ahora sobre sus discípulos. Pero los discípulos no lo entienden. Ellos todavía creen que Jesús establecerá un reino terrenal, especialmente porque ha demostrado su poder de la manera más significativa: resucitando de los muertos. La respuesta de Jesús ante esta cuestión es el tema principal del libro de Hechos: “Seréis mis testigos” -les dice- “hasta el fin del mundo.” Desde luego, al principio los discípulos no entendieron lo que Jesús quiso decir.

Pero no podían contener el gozo de conocer a Jesús, a su Señor resucitado. Entonces se lo contaban a todos los que encontraban en su camino. Y al hacerlo, compartían sus experiencias con Jesús, así como sus palabras y acciones. No necesitaban ser persuadidos de aceptar la tarea que Jesús les había dado. La buena noticia de salvación los había enviado, la resurrección era la prueba, y la esperanza era el regreso de Jesús. Era un mensaje sencillo, pero a la vez profundo y transformador.

Concluir que los discípulos fueron testigos convincentes resulta obvio al notar el éxito que tuvieron. Estaban llenos del poder persuasivo del Espíritu Santo al contar su propia experiencia. La palabra usada para “testigo” significa “el que da testimonio,” y era su testimonio personal el que impactaba a todos. Tal como lo dice Juan en la introducción a su primera epístola: “Esta carta trata sobre la Palabra de vida que existía desde el principio, que hemos escuchado, que hemos visto con nuestros propios ojos y le hemos contemplado, y que hemos tocado con nuestras manos. Esta Vida nos fue revelada. La vimos y damos testimonio de ella. Estamos hablándoles de Aquél que es la Vida Eterna, que estaba con el Padre, y que nos fue revelado. Lo que hemos visto y oído, esos mismo les contamos…” 1 Juan 1:1-3 VLB.

En otras palabras, cada uno de los discípulos podía narrar la historia de “lo que Jesús significa para mí.” Este es un aspecto en el que debemos enfocarnos al estudiar el libro de Hechos. Notemos cómo el Espíritu Santo obró a través de esos testigos dispuestos y logró tantos Hechos increíbles. Aunque vivimos en una época distinta, y el nombre de Jesús no es “nuevo” para las personas, aún tenemos un mensaje que compartir, un testimonio personal de cómo la buena noticia es buena para nosotros de manera individual, y una descripción de la bendita esperanza que nos pertenece.

Comentarios de Elena de White

El Salvador sabía que ningún argumento, por lógico que fuera, podría ablandar los duros corazones, o traspasar la costra de la mundanalidad y el egoísmo. Sabía que los discípulos habrían de recibir la dotación celestial; que el Evangelio sería eficaz sólo en la medida en que fuera proclamado por corazones encendidos y labios hechos elocuentes por el conocimiento vivo de Aquel que es el camino, la verdad y la vida. La obra encomendada a los discípulos requeriría gran eficiencia; porque la corriente del mal que fluía contra ellos era profunda y fuerte. Estaba al frente de las fuerzas de las tinieblas un caudillo vigilante y resuelto, y los seguidores de Cristo podrían batallar por el bien sólo mediante la ayuda que Dios, por su Espíritu, les diera. {Los Hechos de los Apóstoles, p. 25}

“Me seréis testigos.”1 Estas palabras de Jesús no han perdido nada de su fuerza. Nuestro Salvador pide testigos fieles en estos tiempos de formalismo religioso; pero ¡cuán pocos, aun entre los que profesan ser embajadores de Cristo, están listos para dar un testimonio fiel y personal por su Maestro! Muchos son los que pueden decir lo que hicieron, osaron, sufrieron, y disfrutaron los hombres grandes y buenos de las generaciones pasadas. Se vuelven elocuentes al presentar el poder del Evangelio, que habilitó a otros para regocijarse en penosos conflictos y para quedar firmes contra fieras tentaciones. Pero al par que son tan ardorosos en cuanto a presentar a otros cristianos como testigos por Jesús, no parecen tener ninguna nueva ni oportuna experiencia propia que relatar. {Obreros Evangélicos, p.289}

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